Guerra en Libia

La injerencia humanitaria en cuestión

Publicado en 29 marzo 2011 a las 13:41

La intervención en Libia ha generado un intenso debate en Francia, país que tomó la iniciativa de los ataques aéreos y donde se ha elaborado el concepto de "injerencia humanitaria".

Ante las posiciones del mediático filósofo Bernard-Henri Levy, que, según Marianne, es el "inspirador de la línea diplomática francesa" y que habría convencido a Nicolas Sarkozy para intervenir, responden varios intelectuales que recuerdan los límites de la opción militar.

De este modo, Rony Brauman, ex presidente de Médecins Sans Frontières y especialista en intervenciones humanitarias, declaraba lo siguiente en una entrevista concedida a Libération:

"No creo más que antes en las virtudes de los bombardeos aéreos para instaurar la democracia o para ’pacificar’ un país. Somalia, Afganistán, Irak o Costa de Marfil están ahí para recordarnos la dura realidad de la guerra y su carácter imprevisible. ‘Proteger a las poblaciones’ significa en la práctica expulsar a Gadafi y sustituirle por un Karzai local si nos atenemos a la lógica, o dividir el país congelando la situación. En cualquier caso, no seremos capaces de asumir las consecuencias".

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"El balance de las intervenciones armadas internacionales demuestra que ya no contamos con los medios de decidir qué es bueno o no en el extranjero. El remedio es peor que la enfermedad. Desde el momento en el que la fuerza ya no nos permite hacer que avance según nuestra conveniencia una historia que vacila, es mejor evitar su uso y acabar con los sueños de la "guerra justa".

Precisamente es este concepto de "guerra justa" lo que rebate el filósofo búlgaro Tzvetan Todorov, también en Libération:

"No existe ni la guerra limpia ni la guerra justa, sólo guerras inevitables, como la Segunda Guerra Mundial dirigida por los Aliados, pero actualmente no es el caso. Las masacres cometidas en nombre de la democracia ya no son más gratas que las producidas por fidelidad a Dios o a Alá, al Guía o al Partido: todas desembocan en los mismos desastres de la guerra".

Jean Daniel, decano de la prensa francesa y editorialista de Nouvel Observateur, respondía lo siguiente unos días más tarde en Todorov:

"¿Que no hay guerra justa? Es un molino que no necesita agua. E incluso aportaría a esta afirmación mi propia contribución citando a Camus: 'Cada vez que un oprimido toma las armas en nombre de la justicia, pone un pie en el campo de la injusticia'".

"Me posiciono, con el corazón partido y sí, hay que hacer todo lo necesario para ayudar a los insurgentes a liberarse ellos mismos de su dictador."

En Le Monde,Alain Frachon se convierte en portavoz de los defensores de la vía del medio, los que, tal y como escribe, "rechazan una actitud de principio y se decantan por ir poco a poco, en función de las situaciones. El caso libio justificaba una intervención limitada". Si la democracia no se exporta "con bombarderos",

"¿condena definitivamente el principio de la intervención exterior para proteger a una población de la tiranía de sus gobernantes? Ante los precedentes afgano e iraquí, se opone la larga lista de tragedias resultantes de la no intervención. En este tipo de intervención ocurre lo mismo que con la acción humanitaria: porque no podamos intervenir en todos los lugares no quiere decir que no haya que actuar en ninguna parte".

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