“El ACTA ha muerto, el Parlamento se despierta”, se felicita Mediapart. Para este sitio web de información francés,
el rechazo del acuerdo antifalsificación marca simbólicamente una etapa en la repolitización de Europa. Se percibe como una estructura lejana y compleja, además de muy burocrática, que avanza con pasos minúsculos a través de declaraciones, con pocas posturas identificables [...]. Con el rechazo del ACTA, se muestra que existe una vía a la que pueden recurrir los ciudadanos movilizándose. [No obstante], el aumento del peso del legislador europeo parece que se limita a cuestiones de libertades públicas y de protección del ciudadano. Sobre otros debates europeos, a los eurodiputados no se les oye. [...] Nadie dice que este entusiasmo [de los ciudadanos] vaya a perdurar en asuntos más técnicos, más lejanos, y que constituyen todavía lo esencial del trabajo del Parlamento.
En Gazeta Wyborcza, la editorialista Ewa Siedlecka acoge de buen grado el fracaso del ACTA como “una gran victoria de la sociedad civil” y asegura que “el pueblo europeo” también ha manifestado que existe.
Bajo presión, los mismos políticos que habían preparado y apoyado el acuerdo han hecho que fracase […] Pero el ACTA también ha mostrado la cara más fea de la UE. El acuerdo se ha perfilado en el seno de la Comisión de una manera totalmente opaca. Todo se basó en negociaciones secretas con Estados Unidos y Japón.
Para Rzeczpospolita, “la votación del Parlamento Europeo prueba que el ACTA, en su forma actual, ha muerto”. Sin embargo, el diario subraya que
las protestas de los internautas no significan que el ACTA carezca de partidarios. Alrededor de 130 organizaciones que agrupan a autores y a medios de comunicación se han mostrado a favor del acuerdo. […] El fin del ACTA no se traduce en que la UE vaya a renunciar a un acuerdo para proteger la propiedad intelectual. El mundo de los negocios y de los autores sufre grandes pérdidas cada año por la piratería por Internet y por la importación de productos de imitación.
“Una mala noticia para los editores con respecto a los derechos de autor”, considera Edoardo Segantini en Il Corriere della Sera:
Una vez más, los políticos europeos se muestran sensibles a la argumentación del “pueblo de la web”, tras la cual se esconden intereses mucho más precisos que quieren seguir ganando dinero sin invertir, aprovechándose de la propiedad intelectual de los demás. La de una industria, como la edición y la música, que representa unos 120 millones de empleos en Europa. […] El populismo de los políticos no es el único aspecto sorprendente: la simpatía es el otro, es decir, el apoyo hacia los que infringen el copyright que continúa suscitándose a través de los mismos medios de comunicación que son, en el fondo, sus víctimas.
El Frankfurter Allgemeine Zeitung, por su parte, deplora una “victoria de la masa”:
La masa se ha volcado contra el ACTA y ha ganado (...) La arrogancia gregaria de los ciber-fetichistas, esta “comunidad de la Red”, idealizada y sacralizada, ha querido evitar un precedente que significaba que al final el Estado garantizaría lo que solo el Estado puede garantizar: el derecho. La manera en que el Gobierno alemán, el Parlamento [alemán] y ahora el Parlamento Europeo se pliegan ante la desinformación y la intimidación de esta comunidad de la Red es penoso. Y resulta todavía peor que esta agitación contra el derecho y la ley se celebre como una nueva forma de democracia, ya que cada observación sobre el carácter totalitario de las masas digitales se desacredita como si se incurriese en “actividades de lobby”. ¿Pero no podría considerarse qué lo que se impone en contra del ACTA es un lobby a lo grande?