En las columnas de Le Soir, el editorialista Maroun Labaki reconocía que el discurso sobre el estado de la Unión “constituye un gran hito del año europeo. Es el momento de tomar perspectiva, de hablar para la Historia. Una maniobra política, un ejercicio de comunicación: José Manuel Durao Barroso mostró en el pasado que podía destacar en esta tarea”. Pero en esta ocasión el diario belga no está convencido:
en Estrasburgo, José Manuel Durao Barroso no ha convencido. Se hubiese dicho cualquier cosa de sus discursos, y se ha hecho… Pero a ochos meses de las elecciones europeas, la rutina no puede presentarse como una respuesta al desconcierto de numerosos europeos, y a su desafecto creciente hacia Europa. [...] Asistimos a lo que puede que sea el comienzo del fin del proyecto europeo. Una perspectiva que da vértigo… Pero seguramente ayer asistimos al comienzo del fin de José Manuel Durao Barroso.
Aún más duro se mostró Cerstin Gammelin en el Süddeutsche Zeitung de Múnich, pues critica tanto la forma del discurso del presidente de la Comisión como su “molesta herencia”:
Ha defendido el éxito de su Comisión como si estuviese leyendo la lista de la compra. Barroso, normalmente un buen orador con brío, compareció al final de su mandato muy similar a la Comisión que preside: desanimado y poco inspirado. […] Las debilidades de la Comisión Barroso no dependen de sí mismo, pero sí de las circunstancias en las que su gestión se ha desarrollado. Europa atraviesa la peor crisis desde que se fundó. […] Incluso en lo que era responsabilidad de Barroso no ha convencido. Ha desperdiciado la oportunidad de hacer que su institución fuese un fuerte contrapeso ante los Estados miembros. Y renunció a hacer de su última alocución un brillante discurso de campaña electoral. En lugar de dirigirse a los ciudadanos europeos, que van a tener voz en la designación del nuevo presidente de la Comisión a través de las elecciones europeas [de mayo de 2014], Barroso se limitó a detalles técnicos. El jefe de la institución más importante de la UE no ha conseguido transmitir el mensaje al votante interesado. El presidente de la Comisión no osa tampoco hablar directamente de los problemas de la UE. Su diagnóstico, que los ciudadanos dan la espalda al proyecto europeo, no va acompañado de una terapia. La imagen de Europa que se extrae de la sesión plenaria del martes en Estrasburgo es tan taciturna como el ambiente que se respiraba en el hemiciclo [el 11 de septiembre]. La Comisión se creó para asegurar que en el seno del mercado único todo seguiría un orden. Hoy, tras diez años con Barroso al mando, es más débil que nunca. En su momento, la Comisión era una institución en la que los países del sur podían confiar. Hoy los ciudadanos confían sobre todo en las instituciones nacionales. [...] Es peligroso, porque el mercado único va más allá que todos los proyectos de unión política, es la garantía de confianza que vincula a los 28 Estados miembros. La Comisión detenta el control de este mercado y lo hace temblar, sacude así los cimientos de la UE. Europa no puede permitirse un segundo presidente como Barroso.
Apenas algo más indulgente se muestra desde Varsovia el editorialista de Gazeta Wyborcza Tomasz Bielecki que considera que:
incluso si Barroso tiene en general razón al defender a Bruselas (y, por tanto, ejerce su propia defensa), no se desenvuelve bien a la hora de transmitir el mensaje a los ciudadanos de a pie. La crisis que, según sus propios términos, no ha terminado todavía ha contribuido al aumento del euroesceptiscismo tanto de derecha como de izquierda en el tablero político. […] Las elecciones europeas de mayo de 2014 van a ser un gran test para el eurosceptiscismo que la crisis alimenta. Habitualmente las cuestiones europeas no son el centro de la campaña electoral, sino que lo son los asuntos nacionales. Pero esta vez, puede que se centre en las soluciones para Europa. Por la crisis (y las polémicas recetas sobre cuál es la mejor forma de salir de ella), Europa se ha convertido en un tema de debate, tal y como lo ha dicho Barroso, tanto “en los cafés como en los platós de televisión”. De ahí que haya realizado llamamientos a los políticos proeuropeos para que se involucren en la defensa de la integración europea. Por esta razón, desgraciadamente, puede que parezca que a la ola euroescéptica de 2014 deberá hacerle frente alguien tan poco carismático, voluntarioso y fuerte como José Manuel Durao Barroso.