“Lampedusa es el fracaso de Europa”

El 3 de octubre, el enésimo naufragio frente a las costas de la isla italiana de un barco repleto de inmigrantes africanos que ha provocado al menos 120 muertos y 300 desaparecidos, ha generado una oleada de conmoción en Europa y vuelve a abrir el debate sobre la política migratoria de la UE y los países miembros, tal y como señala la prensa europea.

Publicado en 4 octubre 2013 a las 15:53

“Masacre de inmigrantes, Italia en duelo”, recoge en sus titulares Corriere della Sera. En el artículo principal del diario de Milán, Gian Antonio Stella recuerda la alta cifra de personas que se han ahogado intentando cruzar el Mediterráneo desde 1988: al menos 19.142, según el blog sobre inmigración Fortress Europe. Stella también señala que poco antes de la tragedia, el Consejo de Europa acusó a Italia de ser un imán para la inmigración por sus sistemas inadecuados de disuasión, mientras que otras instituciones de la UE critican con frecuencia las políticas “disuasivas”.

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La misma Europa que todos los días quiere inmiscuirse en nuestras decisiones porque afectan a todos no está dispuesta a compartir con nosotros la carga de las fronteras del sur. [...] Las acusaciones xenófobas de Italia no tienen fundamento. De cada 1.000 personas, nueve se refugian en Suecia, siete en Alemania, 4,5 en Países Bajos y sólo una en Italia. Pero estas oleadas humanas no pueden ser sólo un problema italiano. Son asunto de todos. [...] Bruselas debería venir a Lampedusa y contar los muertos. Porque también son suyos.

Para el semanario alemán Der Spiegel, el naufragio de Lampedusa es “el fracaso de Europa”:

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Sin duda se han visto escenas apocalípticas: 500 personas que incendian un barco, cuando muchas de ellas no sabían nadar. Lo que ha sucedido el [4 de octubre] frente a la costa de la isla mediterránea de Lampedusa afecta a toda Europa. [...] La pequeña isla se siente sola y no es la primera vez. Desde 1999, han ido a parar allí más de 200.000 personas procedentes de África y Asia, huyendo de la guerra, el hambre y la miseria. Se estima que entre 10.000 y 20.000 personas han muerto en la travesía. Desde enero de 2013, han llegado a Lampedusa 22.000 refugiados. Esta isla es un símbolo. Un símbolo del fracaso de la política de inmigración europea.

Con un tono similar, El País señala que “El naufragio de Lampedusa vuelve a avergonzar a la Unión Europea”.El diario español informa de que la mayoría de los pasajeros del barco hundido procedían de Somalia y Eritrea y huían del hambre y la guerra. Los supervivientes han declarado que a pesar de las llamadas de socorro, pasaron tres barcos sin cambiar de ruta para acudir en su ayuda. Para El País, “la crisis de las personas desplazadas [por la guerra o el hambre] hace tambalear a Europa”.

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Pero solo es cuando se produce un gran naufragio —y este último es uno de los más grandes de los que se tienen noticia— la vista se vuelve a una isla de apenas 5.000 habitantes, cuya alcaldesa —harta de la sordera de las autoridades italianas y europeas— envió el pasado mes de febrero una carta a la Unión Europea en la que se preguntaba exclamando: “¿Cuán grande tiene que ser el cementerio de mi isla?”.

Bajo el titular “Lampedusa se ahoga”, Gazeta Wyborcza señala que “el estrecho de Sicilia se ha convertido en una tumba para los africanos que soñaban con el paraíso europeo”. El diario plantea una solución para aliviar la presión sobre Italia y Grecia, también desbordada por los inmigrantes, que consistiría en dirigir a los inmigrantes a centros de otros países de la UE, donde podrían examinarse sus solicitudes. Sin embargo, cuando se expuso hace poco una propuesta similar en Bruselas, los Estados no mediterráneos, incluido Polonia, “no quisieron ni oír hablar del asunto”. Gazeta concluye que

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los europeos no estamos haciendo lo suficiente para evitar estas tragedias [...] Ni los italianos ni los demás europeos quieren inmigrantes ilegales, pobres y sin formación. Aumentar la eficacia del sistema de supervisión del Mediterráneo, controlado por Bruselas, para salvar a la gente que se ahoga es una tarea ardua.

En De Volkskrant, la cronista Sheila Sitalsing se indigna ante la hipocresía que impera en Europa. Lamenta que la política de inmigración de la UE se resuma del siguiente modo:

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Pelearse, librarse del sentimiento de culpabilidad y mirar a otro lado. Hace años que los países del sur de Europa intentan sin ningún éxito incluir sus colosales problemas de inmigración en el orden del día de Bruselas, advirtiendo: “No podemos seguir acogiéndoles, pero tampoco podemos dejarles morir y no les podemos enviar a sus países, así pues ¡ayúdennos!”. Y los países del norte responden: “¡Hay que hacerles volver, sea como sea, por Dios!” Sí, la guerra en Siria nos parece abominable, al igual que los desagradables sucesos que se producen en el continente africano y apoyamos la primavera árabe. Pero ante todo no queremos que se interprete como una invitación para que vengan a instalarse en masa a Ámsterdam, París o Berlín.

“Más de 100 muertos en un naufragio ‘a las puertas de Europa’”, señala The Guardian. Además de condenar que “actualmente, debe producirse una tragedia colosal para que los barcos de los inmigrantes lleguen a las portadas de la prensa”, Jack Shenker, corresponsal exterior del diario londinense, expone que existe una división entre aquellos que creen que la principal prioridad de Europa debería ser salvar las vidas de los candidatos a la inmigración y los que piensan que la prioridad debe ser el refuerzo de los controles fronterizos.

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Aún falta voluntad política cuando se trata de garantizar que los inmigrantes vulnerables no acaben en el limbo de un entramado de políticas de rescate y control fronterizo y de jurisdicciones que se solapan.

En su editorial, el diario lisboeta Público titula: “Lampedusa y la vergüenza de Europa”. Y prosigue:

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El Mediterráneo, un mar que ha sido un cruce y un centro de civilizaciones desde la Antigüedad, se ha convertido en un campo de exterminio. En sus orillas, el Papa dijo que sólo crecía la indiferencia. La indiferencia a la muerte y la tragedia. ‘No existe una solución milagrosa’, afirmaba la ministra de Exteriores italiana Emma Bonino. No hay ningún milagro. Pero una Europa atormentada por el miedo y la crisis que se encierra en sí misma ante los demás dejará de ser Europa si no logra entender que esta muerte en el Mediterráneo es también su propia muerte.

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