Incluso antes de la impresionante victoria del partido Fidesz en las elecciones legislativas húngaras el pasado mes de abril, la prensa europea ya había denunciadoel estilo populista de su líder Viktor Orbán. Una vez que llegó al poder, Orbán no ocultó su deseo de aprovecharse de los amplios márgenes de maniobra que le proporcionaba el control de dos tercios del Parlamento.
Tras haber tocado lafibra nacional de los magiares por todos lados, y de haber puesto, no sin dificultades, a su país al refugio de la tormenta financiera que arrasa en Europa, el primer ministro se ha dedicado a aplicar impuestos a las grandes empresas (muchas de las cuales son extranjeras) y a meter en cintura a esta molesta avispa con aguijón que es la prensa.
Por ello ha hecho que se apruebe una ley sobre los medios de comunicación que permite al partido Fidesz controlar la información. Dicha ley, censurada tanto en Hungríacomo en el extranjero, probablemente no habría llamado tanto la atención si no hubiera entrado en vigor el mismo día en el que Budapest asumía la presidencia de la Unión Europea.
Puesto que su país y su gobierno se encontraban en el centro de atención mediático, era inevitable que las desviaciones populistas de Viktor Orbán acabaran por suscitar reacciones, incluso entre sus homólogos, hasta ahora muy discretos. Algunas capitales, así como la OSCE y la Comisión Europea, también han recordado la importancia de la libertad de prensa y han pedido a Budapest que revise su "ley malvada".
Si bien Orbán ha denunciado, con razón, la ingerencia de otros dirigentes europeos en un ámbito en el que no pueden dar muchas lecciones, se ha mostrado más abierto ante las instancias europeas e incluso ha declarado estar dispuesto a revisar la ley si otros países europeos en la misma situación hacen algo parecido.
Ante la tendencia general,denunciada recientemente por Reporteros sin Fronteras, es muy probable que, una vez pasada la agitación inicial, prefieran pasar a otra cosa para que no les obliguen a hacer la limpieza en casa antes de criticar a otros. Es una lástima.